¿Una vida se puede basar en demasiadas coincidencias?, la respuesta la pondré al final de este texto. Las coincidencias, o como los románticos de alma le llaman destino, se puede decir que es una de las grandes curiosidades en el mundo, muchas veces hasta inexplicable, se me es difícil escribir esto porque casi siempre he sido una persona con un pensamiento racional sobre lo sentimental, a pesar de tener muchas coincidencias con personas, casualidades con situaciones de diversas magnitudes que me han parecido indiferentes, pero puedo destacar que es algo agradable que te pasen ese tipo de experiencias, obvio aun no me pasa nada que me cambie la vida para mal.
Les relataré de un acontecimiento que me paso en la pasada
semana de vacaciones, conocida en México como las vacaciones de semana santa,
algo que puedo decir que me cambio el modo de ver la vida terrenal, y podría
ser que también trascendental. En el autobús de ida a la ciudad donde
habita mi familia y de donde provengo inmediatamente de la preparatoria,
estaba leyendo un libro del autor recientemente fallecido, Gabriel García
Márquez, El Amor en los Tiempos del Cólera, tras haberlo leído por varios días, me faltaba poco para terminarlo,
alrededor de unas 50 paginas para finalizarlo. Bueno, al empezar el viaje el
transporte cambio de ruta por una menos saturada, pues demasiada gente sale
de la ciudad en esa semana, así que mejor esperé a que este saliera por
completo de la ciudad y preferí escuchar música, dormí por un instante,
pero cuando me di cuenta de que ya estábamos en medio de un campo de sembradío,
esa era la mejor oportunidad para empezar mi lectura, y así fue, por casi 3
horas de viaje leía las últimas hazañas del amor interminable de
Florentino Ariza hacia Fermina Daza.
Justo cuando me faltaban 13 páginas para terminar el libro y cuando el autobús cruzaba el letrero de Bienvenidos a Xalapa, ciudad de las flores, que por cierto me la estaba pasando excelente con esa novela, empezó a llorar un niño de manera tan abrupta y repentina que caí en la desesperación, nunca me a agradado que me interrumpan en algo que disfruto, porque son muy pocos esos placeres en esta vida que hacen que mi mente y cuerpo se sientan en un viaje del que solo bajo cuando yo quiero, me estaba enfureciendo el chillido ensordecedor de esa criatura que permitía la posibilidad de utilizar mi libro de proyectil hacia su angelical rostro, (para que sepan que si me enfado cuando cortan uno de mis placeres repentinamente) para evitar un reporte de agresión de un mayor de edad hacia un menor mejor deje pausada la lectura para continuarla después en un fin de semana, pero inmediatamente dudé, en mi casa no era el adecuado lugar para terminar un excelente libro como ese, en medio de ruidos no apetecibles, de desmanes que pueda hacer mi perro chihuahua y preguntas cansadas de mis padres a mí, así que elegí concluirlo el Lunes en la tarde en algún lugar favorito que tengo en esa ciudad: las escaleras de catedral, los lagos, o el parque Juárez, y así hubiera sido, pero mi hermano iba a salir con su novia esa tarde y nadie se podía quedar a cuidar a mi otro hermano menor, mi madre me propuso terminarlo el lunes temprano y así podría cuidar a mi hermano, ya tenia ansias de terminar el libro por lo cual no reproche su propuesta
Llegando al centro de la ciudad el Lunes 14 a las 10 de la mañana, de un cielo despejado y reluciente de nubes amables, y postrado sobre el suelo firme de la catedral de la ciudad y un sin fin de lugares para terminar mi novela, elegí uno donde no había leído ni escrito nada antes, el mirador del parque Juárez. Empecé a leer. Fueron alrededor de 20 minutos donde mi vista se nublaba y me abría las grandes puertas blancas de un rió, un viejo, un capitán, una mujer dándose cuenta del fastidio de su pasado y la valentía y paciencia presentándose entre las paginas. Una vez finalizada la última página , repasé la lectura varias veces, me quedé con un vacío en el estomago, y eso que había desayunado bien, escuché música por un rato mirando una parte no despreciable de la ciudad, y de nuevo vi pasar a aquella señora que checa la presión a los caminantes del parque, aunque algunos la dejaban hablando sola, su ánimo no recaía y seguía haciendo su trabajo, si acaso a eso se le llama oficio. Cuando consideré el haber estado el justo tiempo en ese lugar, decidí irme. Caminando por casi el mismo recorrido de llegada, vi unos puestos de esquites (una comida compuesta de granos de maíz, queso, mayonesa, chile en polvo y otros apetitosos ingredientes, para las personas que me leen en otros países, no me olvido de ustedes), donde me entró la nostalgia del saber que ahí era donde comía con mis viejos amigos de la escuela, ni saber donde andaban, la mayoría el tiempo ya lo empleaba al estudio o a dormir que la distancia los había separado de mi, por primera vez comprendí uno de los pensamientos de cualquier persona que pasa al madurar, el no volver a ver a alguien en su vida, pues la vida misma no era justa, ni con la buena amistad, así que no me preocupé mas por eso y seguí digiriendo mis pensamientos a la lectura acabada de leer, imaginándome que había pasado después de que la historia terminó, lo personajes con sus vidas, etc., me pareció ver una cara conocida, pero eso ya era normal en mi, deduje que por la falta de ciertas personas, mi mente, cada vez mas reservada, me hacia verlas en las calles, a veces me cercioraba de que no eran ellas acercándome cerca de su presencia, obvio que no eran, pues la distancia de 500 km del DF hasta esta ciudad me separaba de ellos, así que esa cara la ignoré así como las que comúnmente me encuentro. Seguí con mis pensamientos guajiros con la mirada por lo bajo, como si buscara algo en el suelo, o así siempre me decía mi maestra de kinder, pero algo me saco de ese momento, sentí un pequeño golpe en el estómago, voltee repentinamente a ver quien era el individuo que había hecho tal acción, a tal grado que me asusté, era común después de pasar momentos nada favorables en el DF, ver esa cara de nuevo, fue algo deslumbrador y enigmático a la vez, después de haberme convencido que la vida ya había dicho basta a los encuentros efusivos e inesperados con cualquier persona, ella estaba ahí, por cuestiones personales y por no consultarla si poner su nombre, la dejo como anónimo. Esa persona pensé que era ya ausente en mí como otras 500 que he compartido mi vida con ellos, donde ya había considerado que la distancia y el tiempo habían hecho su trabajo, pero ahí estaba, en frente de mi, no se que decir que sentí, fue un revoltijo de emociones, no sabia si sonreír o poner cara de asustado al ver que la idea de separación estaba siendo derrumbada totalmente con la presencia de su rostro. Las manos me sudaban y temblaban, la emoción de estar en frente de un nuevo placer de lo cotidiano fue contundente, mi mente no reaccionó por unos segundos, se borró todo conocimiento de lo que sucedía en mi cabeza y se concentró en la experiencia del instante. Por concerniente y porque mi cabeza no daba para más, solo quedaba decir “Hola” y dejar que las cosas fluyeran. De ahí en adelante es otra historia que prefiero guardar en los pergaminos de mi reflexión.
Justo cuando me faltaban 13 páginas para terminar el libro y cuando el autobús cruzaba el letrero de Bienvenidos a Xalapa, ciudad de las flores, que por cierto me la estaba pasando excelente con esa novela, empezó a llorar un niño de manera tan abrupta y repentina que caí en la desesperación, nunca me a agradado que me interrumpan en algo que disfruto, porque son muy pocos esos placeres en esta vida que hacen que mi mente y cuerpo se sientan en un viaje del que solo bajo cuando yo quiero, me estaba enfureciendo el chillido ensordecedor de esa criatura que permitía la posibilidad de utilizar mi libro de proyectil hacia su angelical rostro, (para que sepan que si me enfado cuando cortan uno de mis placeres repentinamente) para evitar un reporte de agresión de un mayor de edad hacia un menor mejor deje pausada la lectura para continuarla después en un fin de semana, pero inmediatamente dudé, en mi casa no era el adecuado lugar para terminar un excelente libro como ese, en medio de ruidos no apetecibles, de desmanes que pueda hacer mi perro chihuahua y preguntas cansadas de mis padres a mí, así que elegí concluirlo el Lunes en la tarde en algún lugar favorito que tengo en esa ciudad: las escaleras de catedral, los lagos, o el parque Juárez, y así hubiera sido, pero mi hermano iba a salir con su novia esa tarde y nadie se podía quedar a cuidar a mi otro hermano menor, mi madre me propuso terminarlo el lunes temprano y así podría cuidar a mi hermano, ya tenia ansias de terminar el libro por lo cual no reproche su propuesta
Llegando al centro de la ciudad el Lunes 14 a las 10 de la mañana, de un cielo despejado y reluciente de nubes amables, y postrado sobre el suelo firme de la catedral de la ciudad y un sin fin de lugares para terminar mi novela, elegí uno donde no había leído ni escrito nada antes, el mirador del parque Juárez. Empecé a leer. Fueron alrededor de 20 minutos donde mi vista se nublaba y me abría las grandes puertas blancas de un rió, un viejo, un capitán, una mujer dándose cuenta del fastidio de su pasado y la valentía y paciencia presentándose entre las paginas. Una vez finalizada la última página , repasé la lectura varias veces, me quedé con un vacío en el estomago, y eso que había desayunado bien, escuché música por un rato mirando una parte no despreciable de la ciudad, y de nuevo vi pasar a aquella señora que checa la presión a los caminantes del parque, aunque algunos la dejaban hablando sola, su ánimo no recaía y seguía haciendo su trabajo, si acaso a eso se le llama oficio. Cuando consideré el haber estado el justo tiempo en ese lugar, decidí irme. Caminando por casi el mismo recorrido de llegada, vi unos puestos de esquites (una comida compuesta de granos de maíz, queso, mayonesa, chile en polvo y otros apetitosos ingredientes, para las personas que me leen en otros países, no me olvido de ustedes), donde me entró la nostalgia del saber que ahí era donde comía con mis viejos amigos de la escuela, ni saber donde andaban, la mayoría el tiempo ya lo empleaba al estudio o a dormir que la distancia los había separado de mi, por primera vez comprendí uno de los pensamientos de cualquier persona que pasa al madurar, el no volver a ver a alguien en su vida, pues la vida misma no era justa, ni con la buena amistad, así que no me preocupé mas por eso y seguí digiriendo mis pensamientos a la lectura acabada de leer, imaginándome que había pasado después de que la historia terminó, lo personajes con sus vidas, etc., me pareció ver una cara conocida, pero eso ya era normal en mi, deduje que por la falta de ciertas personas, mi mente, cada vez mas reservada, me hacia verlas en las calles, a veces me cercioraba de que no eran ellas acercándome cerca de su presencia, obvio que no eran, pues la distancia de 500 km del DF hasta esta ciudad me separaba de ellos, así que esa cara la ignoré así como las que comúnmente me encuentro. Seguí con mis pensamientos guajiros con la mirada por lo bajo, como si buscara algo en el suelo, o así siempre me decía mi maestra de kinder, pero algo me saco de ese momento, sentí un pequeño golpe en el estómago, voltee repentinamente a ver quien era el individuo que había hecho tal acción, a tal grado que me asusté, era común después de pasar momentos nada favorables en el DF, ver esa cara de nuevo, fue algo deslumbrador y enigmático a la vez, después de haberme convencido que la vida ya había dicho basta a los encuentros efusivos e inesperados con cualquier persona, ella estaba ahí, por cuestiones personales y por no consultarla si poner su nombre, la dejo como anónimo. Esa persona pensé que era ya ausente en mí como otras 500 que he compartido mi vida con ellos, donde ya había considerado que la distancia y el tiempo habían hecho su trabajo, pero ahí estaba, en frente de mi, no se que decir que sentí, fue un revoltijo de emociones, no sabia si sonreír o poner cara de asustado al ver que la idea de separación estaba siendo derrumbada totalmente con la presencia de su rostro. Las manos me sudaban y temblaban, la emoción de estar en frente de un nuevo placer de lo cotidiano fue contundente, mi mente no reaccionó por unos segundos, se borró todo conocimiento de lo que sucedía en mi cabeza y se concentró en la experiencia del instante. Por concerniente y porque mi cabeza no daba para más, solo quedaba decir “Hola” y dejar que las cosas fluyeran. De ahí en adelante es otra historia que prefiero guardar en los pergaminos de mi reflexión.
La respuesta al cuestionamiento del principio es sí.
Si el
camión no hubiera tomado otra ruta, o si me hubiera puesto leer en vez de escuchar música, o si ese niño no hubiera llorado para poder terminar mi novela,
o si mi hermano no hubiera salido en la tarde y salido otro día, hubiera leído
mi novela en la tarde y me imagino por razonamiento, no la hubiera visto, no se
que decir mas al respecto, pero eso me a comprobado algo, la vida te manda mensajes de formas en las que muy pocos
pueden comprender, muy curioso.
Así que le grito a la vida – ¡Hey vida, espero que me
sigas sorprendiendo–.
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