Gran
parte (o toda) impresión hacia algo nuevo a sido suprimida por los malos
acontecimientos en todo el mundo. Muy pocos, ojalá y me encuentre con esos
anónimos, son los que siguen viendo el mundo con una extrañeza, con una visión
diferente al de la realidad, no estoy diciendo que viven en un mundo alejado,
retirado, sino que el mundo real lo perciben con otra mirada, una adaptable a
su mente, no se si decir que me considero una de esas personas, pero creo tener
un poco de eso.
Lamentablemente
todos perdemos esa visión cuando crecemos ¿significa que todos hemos tenido esa
habilidad de ver todo distinto? Claro que si, en una etapa donde la única
intención de nuestro subsistir era jugar entre los nuestros, donde la luz de la
luna parecía un enigma cuando se movía con nosotros, cuando el segundo piso de nuestras
casas era estar como en un edificio, y arrastrase era imaginar una aventura en la selva. Cuando cobraban vida nuestros muñecos y muñecas en historias originales donde a
falta de que ellos hablaran, nosotros les sacábamos sonidos chuscos, y si
carecíamos de esos juguetes, nos lo contrarrestábamos con juegos clásicos de la
calle como la botella, stop, los encantados, las traes (o trais), las
escondidas, etc. El mundo era un misterio, me refiero al titulo de mi blog, un
“Misterio de lo Ordinario”, un lugar donde la exploración era nuestro objetivo
sin que nos lo propusiéramos, darle explicación a lo sucedido, aunque fuera
irreal, como pensar que había un dragón en el motor del carro (bueno al menos
así me lo imagine de niño). Donde las preguntas se desembolsaban de nuestra
cabeza a chorros, y las sonrisas cuando al menos, tan solo una se respondía.
Reír a carcajadas por ver a nuestra mamá o papá correr detrás de nosotros o
escondernos de ellos cuando estaban a punto de llegar a casa del trabajo. Jugar
con nuestros hermanos(as) a lo que se nos ocurriera, pelearnos por cualquier
cosa y al rato burlarnos de los golpes que nos habíamos dado (como haberme quitado de un cabezado los dientes). Jugar con
nuestros abuelos a lo que ellos pudieran, en mi caso con mi abuela fue el
clásico serpientes y escaleras, y ver caricaturas al lado de mis padres para
que ellos también vuelvan al menos una media hora a su infancia. Esos
tiempos en que el dulce era el máximo néctar de los dioses, y los vegetales era
de aburrición, pasar hasta horas jugando con primos o con cualquier niño, pues
todos teníamos la misma intención en común: Reír.
Eso, por lo
que he visto hasta este día en que escribo esto, va de mal en peor, los jóvenes
se creen grandes por solo fumar en la secundaria, los padres ya no juegan con
sus hijos, esos que salieron de su ser (no son solo problemas económicos,
también son de relación entre ellos, uno de los problemas para la formación de
niños), no se disfruta el momento a una etapa en la que podemos disfrutar de
nuestra imaginación, y del tiempo libre antes de que una carrera o un trabajo
nos lo quite (ya estoy en esa etapa). Veo como esa inocencia se ve suprimida
por ideales políticos, filosóficos, religiosos, y de uno mismo. Ya se carece de
ese resplandor en los ojos a los descubrimientos de maravillas cotidianas, de
encontrarle explicación a lo que parece cotidiano, las sorpresas que te da este
planeta, esa inocencia humana se está extinguiendo. Pero poco a poco veo la
luz, no al final del túnel, sino en el mismo túnel, les expondré 4 imágenes
tomadas por mí en el momento adecuado, en el momento exacto, por simple
coincidencia en su encuentro, me han iluminado ese día.
Un cierto
día, cuando los pensamientos eran tranquilos y de dudosa procedencia, me
llevaba la fluidez del momento y la inspiración de escribir y dibujar el antojo
de mi mente, impresionado por el mundo y sus maravillas me senté a dictar un
recuerdo en las escaleras de la catedral de Xalapa, llegó como una bala a mi
pecho, el celo se iluminó y con mirada decisiva me lo puse dibujar, fue rápido,
certero y directo, terminándolo de hacer, lo mire y satisfecho lo firmé, cuando
sentí que alguien me miraba, se acerco esa personita a mi lugar, era un niño de
lamentable escasos recursos, ese niño miró mi creación y consternado por lo que
hice me pregunto: ¿Qué haces?, ¿Quién eres?, sabes dibujar bien, ¿Por qué
agarras el lápiz así?, ¿Quién es él?. La ultima pregunta fue la mas certera, el
pequeño era muy curioso, se impresionó por aquel momento y lo mejor fue lo que
le dije “No se quien es, él llego sin presentarse, que te parece si tu le pones
el nombre”. Y con una mueca de aceleras sus neuronas lo bautizó: “Julio”, así
que de inmediato escribí eso, ese niño estuvo conmigo un rato mas apreciando y observando
las líneas y curvas de tal “plot”. Cuando el se fue porque su abuela se lo
llevó, o al menos eso me imagino, me dije a mi mismo “¿Por qué nunca le
pregunte su nombre?” así se quedo mi duda eterna y así aquel pequeñin
personalizó mi escena.
De esto ya había hablado, es un niño que me encontré en el metro de la línea 2 (azul) un niño parado en el asiendo y mirando los letreros de las estaciones del metro, nombrándolos: Pi-no Suuua-rez, Zó-ca-lo, Be-llas Ar-tes, lo que me sorprendió fue cuando ese niño volteo, era un niño asiático, me iluminó cuando este infante hablaba y leía español, fue impactante. No pude perder la oportunidad de tomarle una foto para el recuerdo.
En mis
vacaciones de fin de semestre en Xalapa, no pude perderme la oportunidad de ir
a la feria del libro infantil en mi anterior escuela CPX. Andando en los
pasillos con un amigo, y mientras el se distrajo en uno de los puestos de
libros extraños, yo me recargue en el barandal en vista al escenario central
con música folklórica, la tranquilidad era sinónimo de mi nombre, pero al
voltear a un costado a mi lado, vi un bulto que se movía, no le hice caso y seguí
con mi vista al frente, pero ese bulto me toco la pierna, “perdón señor” (lo
se, ya estoy viejo, no me lo tienen que recordar), voltee para verlo, me aleje
un poco para apreciar mejor esa especial escena y la sonrisa se me dibujo en mi
rostro, fruncí el ceño para ver si estaba en lo correcto, y me acerque a verlo
mas cerca, si lo era, era no un bulto, eran dos niños leyendo. A mí en lo
particular me gustó esa imagen, muy pocos niños leen hoy en día, mucho menos
abren tan siquiera un libro de laberintos, pues el menor lo tenía (no saben que
tanto ayuda a un niño resolver ese tipo de ejercicios mentales) y el otro
parecía estar más concentrado en su delgado libro. Esa hermosa imagen se me
quedará grabada en mi mente, y si algún día se me olvida, tendré esta imagen de
recuerdo.
De regreso al DF, caminando a fueras de la TAPO (central de
autobuses), yendo a la parada de micros, y cruzando la calle con mis pensamientos saliendo mi oreja a
fundirse con el cansancio del viaje, pero ese malestar se acabo a ver lo que
mis ojos no creían, parecía un espejismo, algo inimaginable, faltaba poco para
frotarme los ojos. Las personas hoy no hacen ejercicio, mucho menos cuando
saben que su salud está en riesgo, México es el segundo o tal vez el primer
país en numero de obesidad y este niño hizo ejemplo no solo de como se puede
hacer ejercicio, en mi opinión es uno de los máximos ejemplos de voluntad. Un joven careciente de una pierna, a punto de su enfrentamiendto de futbol nos demuestra que la frase desgastada de que
cuando se quiere se puede es verdad, no es solo eso, sino que los niños nos
enseñan, nos demuestran, nos recalcan, que aún hay esperanza en este
territorio, en este planeta ante la alza de gritos, ante la alza de puños, los
niños son imprescindibles para una nueva visión del mundo.
Una visión en memoria a mi infancia y a la infancia de muchos
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