jueves, 4 de septiembre de 2014

Visión: Niños, la Inocencia perdida



Gran parte (o toda) impresión hacia algo nuevo a sido suprimida por los malos acontecimientos en todo el mundo. Muy pocos, ojalá y me encuentre con esos anónimos, son los que siguen viendo el mundo con una extrañeza, con una visión diferente al de la realidad, no estoy diciendo que viven en un mundo alejado, retirado, sino que el mundo real lo perciben con otra mirada, una adaptable a su mente, no se si decir que me considero una de esas personas, pero creo tener un poco de eso.

Lamentablemente todos perdemos esa visión cuando crecemos ¿significa que todos hemos tenido esa habilidad de ver todo distinto? Claro que si, en una etapa donde la única intención de nuestro subsistir era jugar entre los nuestros, donde la luz de la luna parecía un enigma cuando se movía con nosotros, cuando el segundo piso de nuestras casas era estar como en un edificio, y arrastrase era imaginar una aventura en la selva. Cuando cobraban vida nuestros muñecos y muñecas en historias originales donde a falta de que ellos hablaran, nosotros les sacábamos sonidos chuscos, y si carecíamos de esos juguetes, nos lo contrarrestábamos con juegos clásicos de la calle como la botella, stop, los encantados, las traes (o trais), las escondidas, etc. El mundo era un misterio, me refiero al titulo de mi blog, un “Misterio de lo Ordinario”, un lugar donde la exploración era nuestro objetivo sin que nos lo propusiéramos, darle explicación a lo sucedido, aunque fuera irreal, como pensar que había un dragón en el motor del carro (bueno al menos así me lo imagine de niño). Donde las preguntas se desembolsaban de nuestra cabeza a chorros, y las sonrisas cuando al menos, tan solo una se respondía. Reír a carcajadas por ver a nuestra mamá o papá correr detrás de nosotros o escondernos de ellos cuando estaban a punto de llegar a casa del trabajo. Jugar con nuestros hermanos(as) a lo que se nos ocurriera, pelearnos por cualquier cosa y al rato burlarnos de los golpes que nos habíamos dado (como haberme quitado de un cabezado los dientes). Jugar con nuestros abuelos a lo que ellos pudieran, en mi caso con mi abuela fue el clásico serpientes y escaleras, y ver caricaturas al lado de mis padres para que ellos también vuelvan al menos una media hora a su infancia. Esos tiempos en que el dulce era el máximo néctar de los dioses, y los vegetales era de aburrición, pasar hasta horas jugando con primos o con cualquier niño, pues todos teníamos la misma intención en común: Reír.

Eso, por lo que he visto hasta este día en que escribo esto, va de mal en peor, los jóvenes se creen grandes por solo fumar en la secundaria, los padres ya no juegan con sus hijos, esos que salieron de su ser (no son solo problemas económicos, también son de relación entre ellos, uno de los problemas para la formación de niños), no se disfruta el momento a una etapa en la que podemos disfrutar de nuestra imaginación, y del tiempo libre antes de que una carrera o un trabajo nos lo quite (ya estoy en esa etapa). Veo como esa inocencia se ve suprimida por ideales políticos, filosóficos, religiosos, y de uno mismo. Ya se carece de ese resplandor en los ojos a los descubrimientos de maravillas cotidianas, de encontrarle explicación a lo que parece cotidiano, las sorpresas que te da este planeta, esa inocencia humana se está extinguiendo. Pero poco a poco veo la luz, no al final del túnel, sino en el mismo túnel, les expondré 4 imágenes tomadas por mí en el momento adecuado, en el momento exacto, por simple coincidencia en su encuentro, me han iluminado ese día.

Un cierto día, cuando los pensamientos eran tranquilos y de dudosa procedencia, me llevaba la fluidez del momento y la inspiración de escribir y dibujar el antojo de mi mente, impresionado por el mundo y sus maravillas me senté a dictar un recuerdo en las escaleras de la catedral de Xalapa, llegó como una bala a mi pecho, el celo se iluminó y con mirada decisiva me lo puse dibujar, fue rápido, certero y directo, terminándolo de hacer, lo mire y satisfecho lo firmé, cuando sentí que alguien me miraba, se acerco esa personita a mi lugar, era un niño de lamentable escasos recursos, ese niño miró mi creación y consternado por lo que hice me pregunto: ¿Qué haces?, ¿Quién eres?, sabes dibujar bien, ¿Por qué agarras el lápiz así?, ¿Quién es él?. La ultima pregunta fue la mas certera, el pequeño era muy curioso, se impresionó por aquel momento y lo mejor fue lo que le dije “No se quien es, él llego sin presentarse, que te parece si tu le pones el nombre”. Y con una mueca de aceleras sus neuronas lo bautizó: “Julio”, así que de inmediato escribí eso, ese niño estuvo conmigo un rato mas apreciando y observando las líneas y curvas de tal “plot”. Cuando el se fue porque su abuela se lo llevó, o al menos eso me imagino, me dije a mi mismo “¿Por qué nunca le pregunte su nombre?” así se quedo mi duda eterna y así aquel pequeñin personalizó mi escena.

De esto ya había hablado, es un niño que me encontré en el metro de la línea 2 (azul) un niño parado en el asiendo y mirando los letreros de las estaciones del metro, nombrándolos: Pi-no Suuua-rez, Zó-ca-lo,  Be-llas Ar-tes, lo que me sorprendió fue cuando ese niño volteo, era un niño asiático, me iluminó cuando este infante hablaba y leía español, fue impactante. No pude perder la oportunidad de tomarle una foto para el recuerdo.

En mis vacaciones de fin de semestre en Xalapa, no pude perderme la oportunidad de ir a la feria del libro infantil en mi anterior escuela CPX. Andando en los pasillos con un amigo, y mientras el se distrajo en uno de los puestos de libros extraños, yo me recargue en el barandal en vista al escenario central con música folklórica, la tranquilidad era sinónimo de mi nombre, pero al voltear a un costado a mi lado, vi un bulto que se movía, no le hice caso y seguí con mi vista al frente, pero ese bulto me toco la pierna, “perdón señor” (lo se, ya estoy viejo, no me lo tienen que recordar), voltee para verlo, me aleje un poco para apreciar mejor esa especial escena y la sonrisa se me dibujo en mi rostro, fruncí el ceño para ver si estaba en lo correcto, y me acerque a verlo mas cerca, si lo era, era no un bulto, eran dos niños leyendo. A mí en lo particular me gustó esa imagen, muy pocos niños leen hoy en día, mucho menos abren tan siquiera un libro de laberintos, pues el menor lo tenía (no saben que tanto ayuda a un niño resolver ese tipo de ejercicios mentales) y el otro parecía estar más concentrado en su delgado libro. Esa hermosa imagen se me quedará grabada en mi mente, y si algún día se me olvida, tendré esta imagen de recuerdo.

De regreso al DF, caminando a fueras de la TAPO (central de autobuses), yendo a la parada de micros, y cruzando la calle con mis pensamientos saliendo mi oreja a fundirse con el cansancio del viaje, pero ese malestar se acabo a ver lo que mis ojos no creían, parecía un espejismo, algo inimaginable, faltaba poco para frotarme los ojos. Las personas hoy no hacen ejercicio, mucho menos cuando saben que su salud está en riesgo, México es el segundo o tal vez el primer país en numero de obesidad y este niño hizo ejemplo no solo de como se puede hacer ejercicio, en mi opinión es uno de los máximos ejemplos de voluntad. Un joven careciente de una pierna, a punto de su enfrentamiendto de futbol nos demuestra que la frase desgastada de que cuando se quiere se puede es verdad, no es solo eso, sino que los niños nos enseñan, nos demuestran, nos recalcan, que aún hay esperanza en este territorio, en este planeta ante la alza de gritos, ante la alza de puños, los niños son imprescindibles para una nueva visión del mundo.

Una visión en memoria a mi infancia y a la infancia de muchos

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